miércoles, 21 de marzo de 2012

La complejidad de lo simple.

No pasó mucho tiempo antes de que floreciese el amor; no surgió de un accidente o una curiosa coincidencia, no intervinieron el azar o la suerte, no brotó entre ellos pasión ni deseo, no se soñó con ese encuentro, no pudo ninguno de los dos imaginar nunca nada parecido al otro, no se quisieron en modo alguno semejante a otros quereres que hubiesen vivido, no fueron capaces de controlar lo que sentían. No duraría eternamente y lo sabían. Eran David y su, muy pensado, regalo de noveno cumpleaños, un pez Molly llamado Pecesito.   


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