jueves, 19 de mayo de 2011
Miradas
Cuando llegan los recuerdos, como las hojas ocres del otoño
a inundar la piel de la ciudad, el viaje termina. Y nuestro rostro,
cual mapa de sentimientos, nos muestra en el espejo cada una
de las marcas de la vida: lo aprendido, lo pasado. El tiempo no
es nuestro amigo, ni aliado, para la dura tarea de vivir: se desliza
entre nuestras manos dándonos, al principio, y quitándonos al
final. Y qué podemos ofrecerle si no es nuestro despertar cada
mañana en busca de una nueva arruga o de una nueva cicatriz
que grabar en el corazón.
Hay personas que despiertan sólo una vez en la vida y mantienen
la tez lisa y tersa durante todo su viaje: nunca dejan de ser niños;
pero hay otras que no hacen más que desvelar su camino y llegan
al ocaso de sus vidas con la piel tan marcada por los años que
una mirada podría navegar por esos surcos eternamente
encontrando en cada orilla un instante nuevo del cual aprender.
Alberto Herrero Barceló
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