Tienes esa brusca manía de no querer detenerte nunca, de no conceder tregua alguna, por eso duele tanto cuando pasas los segundos, por eso hiere sentir tus horas, por eso la soledad se percibe eterna, cada momento rasca la piel, mueve el viento, cierra el cielo. Escúchame aunque sea solo ahora, aunque sea solo por esta vez, te pido que pongas toda tu atención, me veo en la obligación de decirte que te culpo de mi culpa, te maldigo por quitarme sonrisas, te odio por correr sin pausa y con demasiada prisa, te insulto por esas ganas tuyas de llevarte el botón de retroceso y pulsar, cuando te viene en gana, el de avance rápido. Lo mejor de todo es que no me extraña nada que al mismo tiempo admire tu capacidad de hacer de un pésimo día la esperanza de un gran mañana, que ame la manera en que logras que desee crecer, en que me haces soñar con los pasitos que me esperan, con las piedras con las que me voy a tropezar, con las estrellas que haré brillar. Siento hacerte llorar y reír, discúlpame por lo bueno y por lo malo, por pasarte por alto y por prestarte demasiada atención, ojalá puedas perdonar mi impertinencia, mis ansias por ir un paso por delante de ti, mi incapacidad para poder comprender tus decisiones, pero por encima de todo ojalá puedas olvidar que hace ya algún tiempo dibujé una mancha que me impide ver más allá de tus agujas, de tu arena o de tu sol. Prometo serte fiel si tú lo eres, me asegurare de comportarme, de no arruinar lo que decidas regalarme, te doy mi palabra de que no entra marcharme en mis planes, siempre y cuando, tu tampoco lo hagas. Yo sin ti o tú sin mí, no, eso no me funciona.
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